3 de abril de 2024

35 subrayados sobre el discernimiento cristiano y la sensibilidad, por Amedeo Cencini

Desde la aurora te busco: evangelizar la sensibilidad para aprender a discernir, Amedeo Cencini, Sal Terrae 2024, 216 pp.

  1. La sensibilidad determina atracciones, gustos, deseos, influye sobre los juicios y criterios de valoración de la realidad y de las personas, nos hace gozar y sufrir, hace surgir afectos y pasiones positivas o negativas (...) permite hacer la cosas por el gusto de hacerlas, libre de presiones y obligaciones (30)
  2. Si la sensibilidad es parte relevante de nuestra personalidad y contiene energía que nos hace capaces de pasión, es indispensable que esté en íntima armonía con nuestra identidad personal (40)
  3. Si la identidad (o el propio yo ideal, la propia vocación) no inspira la sensibilidad o pretende prescindir de ella, es solo teoría y veleidad, como un ideal no suficientemente amado ni deseado (41)
  4. Una fe sin sensibilidad es solo intelectualismo o moralismo, no es fe (45)
  5. Gracias a la sensibilidad aprendemos a disfrutar también intensamente de lo que está vinculado a nuestra identidad (nuestra verdad) y de un modo coherente con ella (45)
  6. La sensibilidad espiritual es típica de quien no se detiene en la superficie de las cosas y de los sucesos, sino que ha aprendido a gozar de las cosas espirituales, de la oración, del silencio, de la soledad con Dios, de la Palabra, de las bienaventuranzas (33)
  7. «Accende lumen sensibus». Literalmente: «Enciende (o da) la luz a los sentidos». Es como decir que nuestros sentidos podrían estar privados de luz, verse envueltos por la oscuridad, ser funcionalmente eficientes, pero no realmente capaces de ver, sentir, tocar, gustar… (55)
  8. «Un hombre ve siempre solo en la medida en que ama» (56)
  9. Dice la psicología (en esto quizá más rigurosa que cierta moral o moralismo) que no existen elecciones insignificantes o neutras (…); toda decisión deja su huella e incide en la calidad de la propia sensibilidad, influyendo después en la elección posterior (62)
  10. Cada uno es responsable de la propia sensibilidad, que va construyendo con las elecciones de cada día (36)
  11. Libre de amar tu ideal y sentirlo atrayente, encontrando sentido y placer al realizarlo. Y libre también de amar según el estilo típico de tu vocación (96)
  12. Nadie puede exigirse razonablemente a sí mismo o a otro una renuncia si al mismo tiempo no logra, de alguna manera, vislumbrar o experimentar o hace experimentar el espacio de libertad que se abre ante la persona gracias a esa renuncia, o la emoción de belleza que se ofrece a través de ella (117)
  13. Una emoción se hace sentimiento gracias a la ascesis discreta y repetitiva de los gestos, quizá pequeños e inobservables, pero que van en la misma dirección de la emoción (117)
  14. Si la sensibilidad no sigue a la identidad o no se ajusta cada vez más a ella, en un cierto punto es inevitable que tome otros caminos, o experimente el tedio y después otras y diversas atracciones (140)
  15. Si la perseverancia es repetitiva, la fidelidad, en cambio, es creativa; si la primera es estática, la segunda es dinámica (141)
  16. El fiel trata de crecer cada vez más en la pasión y en las motivaciones por las que cada día reelige el amor de los inicios (142)
  17. Si la perseverancia es un hecho de voluntad y de resistencia, la fidelidad es un hecho de corazón-mente-voluntad, es expresión de implicación global de la persona, en donde tiene una función decisiva la sensibilidad, con nuevas sensaciones y emociones, nuevos deseos y sabores, nueva intimidad con el amor de los comienzos (142)
  18. Los deseos constituyen una primera forma de educación de las atracciones (…); sitúa esa atracción en línea con la identidad de la persona (148)
  19. Ser hombre o mujer realmente espiritual en un mundo tan poco espiritual y en el ambiente tan secularizado de nuestra época significa haber madurado una sensibilidad singular, que quizá haya pasado por fases alternas y difíciles, incluso de oscurecimiento (150)
  20. Solo el hombre espiritual puede despertar en el otro la nostalgia de Dios (151)
  21. Un hombre o una mujer espiritual es exactamente aquel o aquella que es capaz de llegar y hacer llegar a este deseo original, humano y divino (152)
  22. La persona virtuosa es precisamente una profunda conocedora de gustos, de los gustos vinculados con la virtud (152) 
  23. Un creyente debería aprender a tener un «paladar marcado por las bienaventuranzas», es decir, no solo ejercitarse (en el plano ascético) para tener un comportamiento manso y misericordioso, de pobre y puro de corazón, sino descubrir (a nivel místico) la extraordinaria bienaventuranza o misteriosa alegría interior oculta en esas actitudes (152)
  24. El anunciador del evangelio está ya satisfecho por el anuncio mismo, por la alegría de la misión, porque es hermoso sembrar (163)
  25. Al final de la jornada, este creyente se preguntará si ha sembrado, no si ha recogido… Y descubrirá que sembrar es ya cosechar (164)
  26. Más allá de lo inevitable, solo la persona que discierne vive de un modo auténtico, de hecho, es plenamente humana (169)
  27. [La sensibilidad salvaje] priva a la persona de aquella expresión genuina de la libertad humana que es la decisión, la capacidad de hacer elecciones y reflexionar sobre ellas, o de tomar posiciones ante la vida (171)
  28. La primera cualidad de un discernimiento es el punto de referencia (176)
  29. No se puede discernir sin un término de comparación, y este solo puede ser, en el plano psicológico, la identidad de la persona (176)
  30. El criterio de la identidad, en efecto, responde a una exigencia fundamental del discernimiento: reconocer y elegir lo que es verdadero, bueno y bello para mí, ahora, más que lo que es justo y obligatorio para todos, siempre (176)
  31. Otra buena norma de un sano discernimiento (...) es el sincero deseo de beneficiar al otro, hasta el punto de pagar un cierto precio o renunciar a algo mío. Se trata de la sensibilidad del buen samaritano (177)
  32. Una persona que discierne se compromete a buscar la verdad con su cabeza, es decir, no se contenta con recibir órdenes ni confunde la obediencia con la cómoda no asunción de responsabilidad; es una persona que elabora sus propias elecciones, es su autora responsable (178)
  33. Una concepción pasiva y tranquilizadora de la fe, apenas emprendedora y más bien repetitiva, es poco viable en el contexto cultural contemporáneo, en el que creer será cada vez más una elección libre, una convicción y no convención (188)
  34. El discernimiento es «el paso adelante en el amor que puedo dar», es el amante que busca al amado (191)
  35. La relación con Dios es tanto más verdadera cuanto más esté caracterizada por el discernimiento (192)
  36. La libertad para ser auténtico en las propias decisiones sería la parte más creativa y constructiva del proceso de discernimiento (208)
  37. Discernir: buscar a Dios, siempre y en cada instante, pero sin recurrir primero a normas preestablecidas que funcionan de modo automático, ni contentarse con indicaciones que vienen de la autoridad exterior (del padre espiritual o del psicólogo), sino recurriendo a todo aquel arsenal con el que todo hombre está dotado desde el nacimiento y en todo instante: sentidos, sensaciones, emociones, sentimientos… (216)


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