Natalia Sanmartin Fenollera |
- San Ireneo de Arnois era, en realidad, una floreciente colonia de exiliados del mundo moderno en busca de una vida sencilla y rural.
- El estado de mi biblioteca le dirá todo lo que debe saber sobre mi capacidad organizativa.
- He tenido la inmensa suerte de que aquí se me haya permitido ser dueña de mi tiempo.
- Es maravilloso interrogarla, no hay ni rastro de conversación de ascensor en usted.
- Aquí todos pertenecemos, por decirlo así, a un club de refugiados.
- Hay personas que un buen día se hacen conscientes de que les falta la pieza principal de un puzle que no pueden completar.
- En tiempos de mi padre un bibliotecario no se consideraba exactamente un empleado, era un puesto de confianza.
- Considero que la educación de una mujer no está de ningún modo completa si no se vive algún tiempo en Italia.
- Lo que deseaba contratar San Ireneo para sus hijos era exactamente eso: una maestra sin pretensiones intelectuales.
- No puedo creer que una mujer tan dulce como usted ame en abstracto.
- La señorita Prim comenzaba a apreciar aquella áspera sinceridad tanto de inmisericordes juicios como de halagos deliciosamente sinceros.
- No es en el marido donde debe buscar la armonía, no. Es en el matrimonio, es en la combinación de ambos donde debe hallarla.
- Un hombre no demasiado honesto puede mantenerse en los límites de la decencia si tiene la fortuna de ser poco agraciado y de escasos recursos.
- La directora de La Gaceta de San Ireneo tenía ese encanto indefinible de las personas que callan más de lo que dicen.
- Es curioso que los hombres escriban mayoritariamente para ambos sexos, mientras que las autoras dirigen sus libros a las mujeres. Salvo honrosas excepciones.
- No se admira en otro una cualidad que uno mismo tiene.
- Se admira lo que uno no tiene y ve brillar en el otro en todo su esplendor.
- Es la diferencia y no la igualdad lo que alimenta la admiración entre dos personas.
- El fuego es mucho más que un medio para calentar una habitación, para mí es el corazón de cualquier hogar.
- Las creencias teóricas no salvan a nadie. La fe no es algo teórico.
- La experiencia de una sola vida humana es un campo de estudio estrecho.
- No se sorprenda si descubre finalmente que la belleza no es un qué, sino un quién.
- La señorita Prim ahora necesitaba aire. Necesitaba sentirlo en la cara al caminar, necesitaba olerlo y respirarlo.
- A veces se descubría pensando en cuánto tiempo había vivido sin necesidad de aire.
El despertar de la señorita
Natalia Sanmartin Fenollera
Ed. Planeta
Barcelona, 2013
352 págs.
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