31 de diciembre de 2020

85 tuits de “La bailarina de Auschwitz”, de Edith Eger

  1. «Todo el éxtasis de tu vida vendrá de tu interior», me había dicho mi profesora de ballet. Nunca entendí qué quería decir. Hasta Auschwitz.
  2. Tenemos la capacidad de escapar de las prisiones que construimos en nuestras mentes y podemos elegir ser libres, sean cuales sean las circunstancias de nuestra vida.
  3. A veces, es el dolor el que nos impulsa y, a veces, es la esperanza.
  4. Eso es un trauma: una sensación casi permanente en el estómago de que algo va mal, o de que algo terrible está a punto de suceder, reacciones automáticas de mi cuerpo ante el miedo diciéndome que huya, que me proteja, que me esconda del peligro que está en todas partes.
  5. Su dolor, fuera cual fuera la causa, podría quedar enmudecido por los fármacos, pero no se eliminaría.
  6. Lo sucedido no puede olvidarse ni cambiarse jamás. Pero, con el tiempo, he aprendido que puedo decidir cómo reaccionar ante el pasado.
  7. Tenemos hambre de aprobación, de atención, de afecto. Tenemos hambre de libertad para aceptar la vida, conocernos y ser realmente nosotros mismos.
  8. El sufrimiento es universal. Sin embargo, el victimismo es opcional.
  9. Nos convertimos en nuestros propios carceleros cuando optamos por limitarnos mediante la mentalidad de la víctima.
  10. El profesor de ballet nos ha recordado que fuerza y flexibilidad son inseparables; que para que un músculo flexione, otro debe abrirse; para lograr agilidad y flexibilidad, debemos mantener los músculos fuertes.
  11. Me llevó tres décadas descubrir que podía encarar mi vida con una pregunta diferente. No ¿por qué vivo?, sino ¿qué puedo hacer con la vida que he recibido?
  12. A pesar del frío de la oscura mañana de abril, me pongo un fino vestido de seda azul, el que llevaba cuando Eric me besó.
  13. Se limitan a gritar instrucciones sencillas. «Venid aquí.» «Id ahí.» Los nazis señalan y empujan. Agrupan a los hombres en una parte. Veo a mi padre decirnos adiós con la mano.
  14. —Tu madre está ardiendo ahí dentro —dice—. Más vale que empieces a hablar de ella en pasado.
  15. Llevamos horas desnudas y se aferra a su pelo como si, al hacerlo, se aferrase a sí misma, a su humanidad.
  16. Estoy bailando en el infierno. No puedo soportar ver al verdugo mientras decide nuestro destino. Cierro los ojos.
  17. Del mismo modo que los atletas y los músicos pueden mejorar en su especialidad gracias a la práctica mental, nosotras éramos artistas de los barracones, siempre creando. Lo que hacíamos en nuestras mentes nos proporcionaba una forma especial de sustento.
  18. El hogar ya no es un lugar, no es un país. Es un sentimiento tan universal como específico. Si hablamos demasiado de él, corremos el riesgo de que se desvanezca.
  19. En mi venganza imaginaria, el niño que ahora nos grita «¡Sucia judía! ¡Sabandija!» me ofrece un ramo de rosas.
  20. Nuestros uniformes están sucios y gastados, tan andrajosos y harapientos que apenas nos cubren la piel. La piel apenas nos cubre los huesos. Somos una lección de anatomía.
  21. Hay diferentes formas de salir adelante. Yo tendré que encontrar mi propia manera de vivir con lo que ha sucedido. Todavía no sé cuál es.
  22. Nos hemos liberado de los campos de exterminio, pero también debemos liberarnos para crear, para construir una vida, para elegir.
  23. «Si sobrevivo hoy, mañana seré libre.» Lo irónico de la libertad es que resulta más difícil encontrar una esperanza y un objetivo.
  24. Más adelante aprenderé que se llama depresión. Ahora, lo único que sé es que es necesario hacer un esfuerzo para salir de la cama. Un esfuerzo respiratorio y, lo que es peor, un esfuerzo existencial.
  25. A través de los ojos de Béla descubro un nuevo reconocimiento de mi cuerpo; de mi vida.
  26. Más adelante oiré que se dice que nos casamos con nuestros padres. Pero yo digo que nos casamos con nuestros temas no resueltos. Para Béla y para mí, nuestro tema no resuelto es la pena.
  27. La negación es nuestro escudo. Todavía no sabemos que perpetuamos el daño al negar el pasado, al mantener nuestra conspiración de silencio.
  28. Ser pasiva es permitir que otros decidan por ti. Ser agresiva es decidir por los otros. Ser asertiva es decidir por ti misma.
  29. Antes de Auschwitz, incluso en Auschwitz, yo habría dicho lo mismo. Había una luz interior constante, una parte de mí que siempre se alegraba y bailaba, que nunca renunciaba a las ansias de vivir. Ahora, mi objetivo principal es actuar de tal manera que mi hija no conozca nunca mi dolor.
  30. Mi hermana. Su dolor solo es visible en el humor que utiliza para ocultarlo.
  31. «Recuerda, nadie puede quitarte lo que pongas en tu mente». No podemos hacer desaparecer la oscuridad, pero podemos decidir encender la luz.
  32. Por muy frustrante, aburrida, limitadora, dolorosa u opresora que sea nuestra experiencia, siempre podemos decidir cómo reaccionar. Y por fin empiezo a entender que yo también puedo decidir. Darme cuenta de eso cambiará mi vida.
  33. Su primera carta alimentó en mí la semilla de una vocación: tratar de encontrar sentido a mi vida ayudando a que otros encontraran sentido a la suya, curar a otros para poder curarme yo.
  34. Estoy tan obsesionada por demostrar mi valía, por alcanzar mi lugar en el mundo, que ya no necesito a Hitler. Me he convertido en mi propia carcelera, me digo: «No importa lo que hagas, nunca serás lo bastante buena».
  35. No permito que mis alumnos sepan lo mucho que me identifico con ellos, cómo el odio destruyó mi infancia, cómo conozco la oscuridad que te devora cuando te han enseñado a creer que no importas.
  36. Si realmente voy a hacer que mi vida mejore, no es Béla o nuestra relación lo que tiene que cambiar. Soy yo.
  37. El vacío que sentía en nuestro matrimonio no era un signo de que algo no funcionaba en nuestra relación, era el vacío que llevo conmigo, incluso ahora, el vacío que ningún hombre ni ningún logro llenará jamás.
  38. Sufrir es algo inevitable y universal. Sin embargo, lo que cambia es la forma de reaccionar ante el sufrimiento.
  39. La creencia determina nuestros sentimientos (tristeza, ira, ansiedad, etc.) y nuestros sentimientos, a su vez, influyen en nuestra conducta (comportarnos mal, cerrarnos en banda, automedicarnos para aliviar el malestar).
  40. Para modificar nuestra conducta, nos dice Ellis, debemos modificar nuestros sentimientos, y para modificar nuestros sentimientos, debemos cambiar nuestros pensamientos.
  41. El problema, y la base de nuestro sufrimiento constante, es la creencia de que el malestar, los errores y la decepción indican algo sobre nuestra valía.
  42. Cuando llegamos a creer que no hay manera de ser amado ni de ser auténtico, corremos el riesgo de negar nuestra verdadera naturaleza.
  43. La autoaceptación fue para mí la parte más dura de la curación, algo con lo que todavía batallo.
  44. El perfeccionismo surgió en mi infancia como una conducta para satisfacer mi necesidad de aprobación, y se convirtió en un mecanismo de adaptación aún más integrado para hacer frente a mi sentimiento de culpa por haber sobrevivido.
  45. El perfeccionismo es la creencia de que algo está roto: tú. De modo que disfrazas tu rotura con títulos, logros, premios, pedazos de papel, ninguno de los cuales puede arreglar lo que crees que estás arreglando.
  46. Al aprender a ofrecer a mis pacientes amor y aceptación total, afortunadamente, aprendí la importancia de ofrecérmelos también a mí misma.
  47. Del doctor Rogers aprendí dos de mis frases más importantes en cualquier sesión terapéutica: «Has dicho que…» y «Cuéntame más».
  48. Si tuviera que ponerle un nombre a mi terapia, probablemente la denominaría terapia electiva, ya que la libertad tiene que ver con la elección; con elegir la compasión, el humor, el optimismo, la intuición, la curiosidad y la expresión personal.
  49. Los comportamientos autodestructivos surgieron en primer lugar como comportamientos útiles, como la necesidad de una de las «aes»: aprobación, afecto, atención.
  50. Tal como me enseñaron mis compañeros supervivientes, puedes vivir para vengarte del pasado o puedes vivir para enriquecer el presente.
  51. Podemos elegir asumir la responsabilidad de nuestras dificultades y nuestra curación. Podemos elegir ser libres.
  52. Reprimir los sentimientos solo hace que sea más difícil liberarse de ellos. Expresión es lo contrario de depresión.
  53. Empecé a plantearme una nueva relación con mi propio trauma. No era algo que silenciar, eliminar, evitar o negar. Era un pozo al que acudir, una fuente de conocimientos e intuición sobre mis pacientes, su dolor y el camino a la curación.
  54. Cuando una chica está batallando con la anorexia, el paciente diagnosticado es ella, pero el verdadero paciente es la familia.
  55. Percibí que el padre de Emma estaba viviendo en una prisión que él mismo se había construido; vivía atrapado en una imagen limitada de lo que debería ser.
  56. Ambos colaboraban en hacer que el idioma de la familia fuera el control, y no una relación empática ni un amor incondicional.
  57. A los niños les pones un calificativo y ellos interpretan el papel. Por eso me resulta útil preguntarles a mis pacientes: «¿Cuál es tu acreditación en tu familia?».
  58. La ira no es un valor —le dije a Agnes—. Es un sentimiento. No significa que seas mala. Simplemente significa que estás viva.
  59. No podemos borrar el dolor. Pero somos libres de aceptar lo que somos y lo que nos han hecho y avanzar.
  60. La mayoría de nosotros queremos a un dictador, aunque es cierto que uno benévolo, para poder pasarle la pelota y decir: «Tú me has obligado a hacer esto. No es culpa mía».
  61. Una buena definición de víctima es alguien que pone el foco fuera de sí, que busca en el exterior a otra persona a quien culpar de sus circunstancias actuales o que determine sus objetivos, su destino o su valía.
  62. Dentro del hotel, Béla y yo nos reímos de buena gana cuando el conserje se dirige a nosotros como doctor y señora Eger. —Es doctora y señor Eger —dice Béla.
  63. Llegué a ver la liberación porque mantuve viva la esperanza en mi corazón. Llegué a ver la libertad porque aprendí a perdonar.
  64. El perdón no es fácil, les digo. Es más fácil guardar rencor, buscar venganza.
  65. En el mejor de los casos, la venganza es inútil. No puede alterar lo que nos hicieron, no puede borrar los males que hemos sufrido, no puede resucitar a los muertos.
  66. En el peor de los casos, la venganza perpetúa el ciclo del odio. Mantiene el odio dando vueltas sin cesar. Cuando buscamos la venganza, incluso la venganza no violenta, estamos dando vueltas, no evolucionando.
  67. Perdonar es lamentarse por lo que sucedió y por lo que no sucedió, y renunciar a la necesidad de un pasado diferente. Aceptar la vida como era y como es.
  68. Como los niños que han sufrido abusos o cuyos padres se divorcian, encontramos la manera de culparnos a nosotros mismos.
  69. Autoinculparse también lastima a los demás, no solo a nosotros mismos.
  70. Para lograr la curación, tenemos que aceptar la oscuridad. Caminamos a través de las sombras del valle hacia la luz.
  71. Puedo tomar la decisión que todos podemos tomar. No puedo cambiar el pasado. Pero puedo salvar una vida: la mía. La que estoy viviendo ahora en este precioso momento.
  72. Sobreviví para poder realizar mi trabajo. No el trabajo al que se referían los nazis (el duro trabajo del sacrificio y el hambre, el agotamiento y la esclavitud). Se trataba del trabajo interno. De aprender a sobrevivir y prosperar, de aprender a perdonarme a mí misma, de ayudar a los demás a hacer lo mismo. Y, cuando realizo ese trabajo, ya no soy rehén ni prisionera de nada. Soy libre.
  73. Nuestras experiencias dolorosas no son un hándicap, son un regalo. Nos proporcionan perspectiva y sentido, una oportunidad de encontrar nuestro objetivo y nuestra fuerza.
  74. Mientras responsabilicemos a otra persona de nuestro propio bienestar, seguiremos siendo víctimas.
  75. Con mucha frecuencia, nuestra infelicidad se debe a que estamos asumiendo demasiada responsabilidad o demasiado poca.
  76. En lugar de mantenernos firmes y decidir claramente por nosotros mismos, puede que nos volvamos agresivos (decidamos por otros), pasivos (permitamos que otros decidan por nosotros) o pasivoagresivos (decidamos por otros para impedir que consigan lo que están decidiendo por sí mismos).
  77. Les dije a Ling y a Jun que, al echarse mutuamente la culpa de su infelicidad, estaban eludiendo la responsabilidad de construir su propia felicidad.
  78. Es nuestra responsabilidad actuar al servicio de nuestro auténtico yo. En ocasiones, eso implica renunciar a la necesidad de complacer a otros, renunciar a la necesidad de la aprobación de los demás.
  79. Intentar ser el cuidador que se ocupa de todas las necesidades de otra persona es tan problemático como eludir tu propia responsabilidad.
  80. Correr riesgos no significa lanzarnos a ciegas al peligro, sino asumir nuestros miedos para no ser prisioneros de ellos.
  81. La fuerza no consiste en reaccionar, sino en responder: sentir lo que sientes, meditar sobre ello y planear una acción eficaz que te aproxime a tu objetivo.
  82. Hacer lo correcto casi nunca es hacer lo que es más seguro.
  83. Nos convertimos en la persona que creemos que tenemos que ser para complacer a los demás.
  84. Huir del pasado o luchar contra el presente es encarcelarnos a nosotros mismos. La libertad consiste en aceptar lo que hay y en perdonarnos, en abrir nuestros corazones para descubrir los milagros que existen ahora.
  85. No puedes cambiar lo sucedido, no puedes cambiar lo que hiciste o lo que te hicieron. Pero puedes decidir cómo vivir ahora.
Edith Eva Eger
La bailarina de Auschwitz 
Planeta, 2018
416 páginas
ISBN: 978-6070749001

Edith Eva Eger
The Choice: Embrace the Possible
Simon and Shuster
2018, 320 pp.
ISBN: 978-1501130793



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