23/07/2025

30 tuits sobre ciudadanía y cristianismo (de Mariano Fazio)

Recogemos a continuación algunos breves pasajes del libro “Ciudadanía. San Josemaría y el bien común”, escrito por Mariano Fazio. Filósofo e historiador, Fazio es autor de una veintena de obras sobre filosofía, así como de divulgación literaria y espiritual. Es sacerdote y actualmente se desempeña como vicario auxiliar del Opus Dei. Este breve volumen tiene el mérito de conectar la vida espiritual —de la mano de san Josemaría— con cuestiones relacionadas con el bien común y la participación social. Presentamos aquí unos pocos subrayados que permiten al lector hacerse una idea general de los temas abordados.


  1. El bien común es la dimensión social y comunitaria del bien moral. 
  2. El carácter relacional de la persona exige que solo pueda alcanzar su propia perfección en el ámbito de la comunidad.
  3. La vida espiritual necesariamente se inserta y hace referencia a las circunstancias normales del existir en medio del mundo. 
  4. Un padre o una madre de familia que descuidan a sus hijos por el bien de unas lejanas poblaciones, olvidan su primera contribución social. 
  5. Los tiempos cambian, las sociedades evolucionan, pero siempre habrá necesidades que satisfacer, personas que formar, enfermos que consolar.
  6. El Evangelio echa una luz intensa para comprender el proyecto de Dios sobre la organización social, la familia, la economía, la cultura.
  7. El sentido de responsabilidad nos ha de impulsar a poner en movimiento lo que san Juan Pablo II llamaba «la imaginación de la caridad» porque (...) somos guardianes de nuestros hermanos, de cada uno en particular y de la sociedad en su conjunto.
  8. La principal manifestación del sentido de responsabilidad social radica en el cumplimiento de nuestras obligaciones de estado: trabajar bien, con toda la perfección de que seamos capaces, para prestar el servicio que nuestros conciudadanos esperan en justicia de nosotros (...) 
  9. Respetar las leyes y los ordenamientos jurídicos válidos para que la convivencia sea ordenada y pacífica: también ahí nos espera el Señor, y así podremos contribuir eficazmente al bien común.
  10. La plenitud de la vida humana es el Amor —con mayúscula, que se identifica con Dios—, y sin libertad no podremos amar.
  11. El laicismo peca de totalitario cuando impide las manifestaciones públicas de una fe religiosa.
  12. Allí donde se niega la libertad, el ambiente social se llena de oscuridades y el agua que debería correr libérrima para saciar la sed de los ciudadanos se estanca y se pudre.
  13. Leemos en Surco: «Qué triste cosa es tener una mentalidad cesarista, y no comprender la libertad de los demás ciudadanos, en las cosas que Dios ha dejado al juicio de los hombres». 
  14. La responsabilidad trae consigo la invitación a intervenir en la vida de la sociedad, dejando allí una impronta evangélica, siempre en el respeto de las libres opciones temporales.
  15. Para la inmensa mayoría de los asuntos humanos no hay una “solución católica”, sino que cada cristiano elige la opción más conveniente según el dictado de su conciencia bien formada.
  16. No hay que hacer de lo opinable materia de fe. A su vez, hay que evitar considerar como una verdad absoluta, en cualquier campo, lo que es simplemente una opinión personal, una posible solución a un problema que admite otras soluciones, quizá igualmente válidas.
  17. Vienen bien las reflexiones de san Josemaría: «No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno».
  18. Para dialogar hace falta humildad: no somos dueños de la verdad y podemos —y debemos— aprender de los demás.
  19. Para dialogar hace falta caridad: nunca podremos maltratar a una persona por más que estemos seguros de que está equivocada; hace falta comprensión, es decir, ponernos en las circunstancias de los demás. 
  20. En el diálogo ejercitamos muchas virtudes cristianas que hacen más humana la sociedad en la que vivimos. Y para que este diálogo sea real, resulta clave la fidelidad a la propia identidad.
  21. [Al participar en los debates sociales] es útil distinguir entre el error y la persona equivocada, y  en el error mismo saber rescatar la parte de verdad que conlleva. 
  22. Reconocer la parte de verdad que tiene toda posición ideológica da pie para tender puentes para un diálogo fecundo.
  23. La conducta del cristiano en el debate público está presidida por la caridad, que tiene, entre otras características, la delicadeza en el trato, la buena educación, el amor a la libertad ajena, la cordialidad, la simpatía. 
  24. Toda tarea humana honesta tiene como finalidad intrínseca el servicio a los demás. Sirve tanto el médico como el camillero, el barrendero municipal como la investigadora o el empleado bancario. El servicio no es algo añadido al trabajo humano.
  25. Hay numerosos ejemplos de personas que ejercen el poder con autoridad moral, con suavidad, con respeto, con espíritu de servicio: honran el nombre de “ministros”, palabra que viene del latín “ministrare”, es decir, servir.
  26. San Josemaría, aludiendo  a Jesucristo crucificado, decía que todos los  cristianos deberíamos abrir los brazos de par en par, para abrazar a todas las almas. Consideraba que toda persona tenía un valor infinito, pues «valemos toda la sangre de Cristo»
  27. En Surco leemos estas palabras [de san Josemaría], de profundidad también teológica: «Los pobres —decía aquel amigo nuestro— son mi mejor libro espiritual y el motivo principal para mis oraciones. Me duelen ellos, y Cristo me duele con ellos. Y, porque me duele, comprendo que le amo y que les amo».
  28. Parte central del Evangelio es la predilección por los pobres y enfermos, que deben gozar de los mismos derechos de los demás hombres. 
  29. Sin medias tintas, san Josemaría afirmaba a mediados del siglo pasado: «En estos tiempos de confusión, no se sabe lo que es derecha, ni centro, ni izquierda, en lo político y en lo social. Pero si por izquierda se entiende conseguir el bienestar para los pobres, para que todos puedan satisfacer el derecho a vivir con un mínimo de comodidad, a trabajar, a estar bien asistidos si se ponen enfermos, a distraerse, a tener hijos y poderles educar, a ser viejos y ser atendidos, entonces yo estoy más a la izquierda que nadie. Naturalmente, dentro de la doctrina social de la Iglesia, y sin compromisos con el marxismo o con el materialismo ateo; ni con la lucha de clases, anticristiana, porque en estas cosas no podemos transigir».
  30. Un mensaje de santidad en medio de la vida ordinaria debería traer como consecuencia el mejoramiento del mundo y la vivificación cristiana de la sociedad. 

Ciudadanía. San Josemaría y el bien común

Mariano Fazio

Ediciones Palabra

Madrid 2024, 96 páginas

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