- Platero me lleva, contento, ágil, dispuesto. Se dijera que no le peso. Subimos, como si fuésemos cuesta abajo, a la colina.
- Nos entendemos bien. Yo lo dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre donde quiero.
- Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno -¡oh sol moreno!-, como la blanda corteza.
- ¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer de vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno.
- Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel viento negro, no vi ya al niño en su puerta. Cantaba un pájaro en el solitario umbral (...)
- La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada de eternidad, es infinita, pacífica, insondable… -Anda, Platero.
- Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas.
- Libre, Platero holgaba junto a los rosales, jugando con una mariposa.
- Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi corazón, dándome las gracias hasta lastimarme el pecho.
- Toda la tarde es ya viento marino. Y el sol y el viento ¡dan un blando bienestar al corazón!
- Platero, no sé si entenderás o no lo que te digo, pero ese niño tiene en su mano mi alma.
- Trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso y le pesa un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, le hago rabiar…
- [Platero] Es tan igual a mí, tan diferente a los demás, que he llegado a creer que sueña mis propios sueños.
- Esta flor vivirá pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno. Será su vivir como un día de tu primavera, como una primavera de mi vida…
- ¡El pozo!... Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora! Parece que es la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría.
- Entre el redondo trote duro de los caballos, Platero alzaba su raudo trotecillo agudo, que necesitaba multiplicar insistentemente, como el tren de Riotinto su rodar menudo, para no quedarse solo con el Tonto en el camino.
- [Los gorriones] Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y solo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad.
- [Los gorriones] No saben de lunes ni de sábados, se bañan en todas partes, a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.
- ¡Qué paz! ¡Qué pureza! ¡Qué bienestar! Dejo a Platero en el prado alto, y yo me echo, bajo un pino lleno de pájaros que no se van, a leer. Omar Khayyam…
- Es la soledad como un gran pensamiento de luz.
- De cuando en cuando, Platero deja de comer, y me mira… Yo, de cuando en cuando, dejo de leer, y miro a Platero.
- Tormenta. No hay por donde huir. Todo lo débil -flores, pájaros- desaparece de la vida.
- Qué triste belleza, amarilla y descolorida, la del sol de la tarde, cuando me despierto bajo la higuera.
- El arado va, como una tosca arma de guerra, a la labor alegre de la paz.
- Desde la calle de la Aceña, Platero, Moguer es otro pueblo. Allí empieza el barrio de los marineros. La gente habla de otro modo, con términos marinos, con imágenes libres y vistosas.
- El pobre Lipiani, con el pretexto de la hermandad de Dios y aquello de que los niños se acerquen a mí, que él explica a su modo, hace que cada niño reparta con él su merienda, las tardes de campo, que él menudea, y así se come trece mitades él solo.
- Un toro colorado pasa, dueño de la mañana, olfateando, mugiendo, destrozando por capricho lo que encuentra.
- Las campanas, allá arriba, allá fuera, repican entre las estrellas. Contagiado, Platero rebuzna en su cuadra.
- Y pienso lo que hubiera sido del pobre Platero si en vez de caer en mis manos de poeta hubiese caído en las de uno de esos carboneros que van, todavía de noche, a robar los pinos de los montes (...)
- Gracias a Dios, él tiene una cuadra tibia y blanda como una cuna, amable como mi pensamiento.
- Los chiquillos, viéndolo cautivo, rebuznan para que él rebuzne.
- Hay, Platero, bellezas culminantes que en vano pretenden otras ocultar. Como en el rostro tuyo los ojos son el primer encanto, la estrella es el de la noche y la rosa y la mariposa lo son del jardín matinal.
Juan Ramón Jiménez
Platero y yo (Elegía andaluza)
Con 50 ilustraciones de Rafael Álvarez Ortega
Ed. Aguilar
Madrid, 1960 (quinta edición)
349 pp.
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